El instrumento del músico misionero Nicolás Encina, atesora una historia que entremezcla encuentros especiales, esperanzas y sueños concretados. Este domingo el músico y su grupo estarán brindando un concierto, una oportunidad para apreciar los sonidos de ese “F.lli Pigini” de 1960, que un día volvió a vivir.
Además de música, el recital de este domingo en el bar Kabaláh de Posadas, nos trae una hermosa historia.
Nacido en el seno de una familia de músicos y criado al fragor de largas veladas chamameceras, Nicolás Encina empezó su vínculo con el acordeón de la mano de su tío, el mítico “Moni” Encina, quien con su propio “dos hileras”, le enseñó a su sobrino de siete años, los preceptos básicos del instrumento.
Con ese envión inicial, Nico se introdujo en un temprano camino autodidacta, guiado por la curiosidad, y absorbiendo secretos de aquellas musiqueadas que en el hogar eran el pan de cada día.
Al notar que la cosa venía en serio, su padre le obsequió su primer acordeón, un “Hohner dos hileras”, que acompañaría a Nico en sus primeras aventuras peñeras, e incluso, con el cual terminaría plasmando diversas grabaciones.
Soñar, desear… e investigar
Promediando el año 2012, Nicolás comenzó a pasar horas frente a la computadora, buceando en las plataformas de internet de entonces, buscando instrumentos, indagando en busca de un posible reemplazo para su Hohner. “En realidad era más soñar y desear. Todos los acordeones que veía eran importados, de países europeos, y costaban fortunas; al menos para mí eran inalcanzables, pero al mismo tiempo sentía la certeza que algún día podría tener uno instrumento de aquellos”, recuerda Encina.
Esa búsqueda se convirtió en una especie de obsesiva investigación, a través de la cual Nicolás iba adquiriendo cada vez más conocimiento acerca de aquella industria de acordeones que -a diferencia de Argentina-, en países como Alemania, Italia y otros, tiene una vasta tradición y un amplio desarrollo.
“Visitaba las páginas de las fábricas de acordeones todo el tiempo. Así descubrí que en Italia había entonces más de 70 fábricas. Miraba instrumentos nuevos, usados, guardaba las fotos, analizaba, y me iba a dormir soñando con esos acordeones. Así anduve como dos años”, dice Nico.
Una tarde, ante una avería en su “dos hileras”, Nico llevó su instrumento al taller que tenía en Posadas el experimentado luthier Víctor López, quien por entonces ya era el “cirujano oficial” de los instrumentos de la familia Encina y de otros tantos músicos de la provincia. “Estando allí con Víctor, mientras él revisaba mi ‘dos hileras’, veo un acordeón en un rincón, todo sucio, roto, como abandonado. Pero alcancé a ver la marca y supe enseguida de qué se trataba. Fue como un impacto inmediato: era un F.lli Pigini”, asegura Nico.
F.lli Pigini era la marca que el italiano Filippo Pigini había registrado en su país en 1946. Desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y hasta ahora, la fábrica Pigini se dedicó a construir e importar acordeones a decenas de países del mundo, alcanzando un gran prestigio en el rubro. “Interpreta el futuro aprovechando al máximo el pasado”, fue el lema que la empresa italiana adoptó, como parte de una filosofía de trabajo que concibe “cada acordeón como un instrumento musical en el que el arte y la técnica reciben la misma importancia por parte de una experiencia profundamente arraigada”.
Amor a primera vista
Volviendo a esa tarde en el taller de Víctor López, Nico recuerda que “le dije a Víctor que ese instrumento era para mí. Que lo quería. Él me miró extrañado, y me dijo que ese acordeón ya estaba prácticamente muerto, que no tenía arreglo, y que la gurisada de la casa lo usaba para jugar”. Con su fuelle original devastado, lleno de agujeros y hasta cucarachas anidando en su interior, el viejo F.lli Pigini parecía irrecuperable. “Pero yo igual estaba emocionado, sentía algo muy fuerte dentro mío ante ese hallazgo. Le pregunté a Víctor quién era el dueño de ese acordeón. A los pocos días fui a buscar a ese hombre. Llegué a su casa y cuando me atendió, me presenté y le pregunté cuánto pedía por su acordeón. Le ofrecí mi dos hileras recién arregladito y plata encima. El tipo aceptó y a mí me explotó el corazón”, evoca Nicolás.
Haber entregado el acordeón Hohner a cambio de lo que parecía ser un cacharro inservible, trajo consecuencias para Nico. “En ese momento, tanto mis familiares como mis amigos músicos me dijeron que estaba loco, que había comprado un auto volcado, que eso no se podía reparar. Pero yo estaba tan feliz y convencido, que no me importaron mucho esos comentarios. Sabía que de alguna forma iba a poder tocar ese instrumento. Tenía la sensación de que ese acordeón había sido puesto en mi camino por algo; como si lo hubiera atraído de tanto desear”, dice Nico.
Nico envolvió el F.lli Pigini entre paños y lo introdujo en una caja. “Yo hasta le hablaba. Lo sacaba cada tanto, lo limpiaba, estudiaba sus partes deshechas. Vas a estar bien, y te vas a quedar conmigo para siempre, le decía”.
Nicolás pudo comprar un Scandali rojo para continuar su actividad musical, pero en ningún momento dejó de pensar en la manera de revivir el viejo instrumento italiano.
Pasaron un par de años. Una tarde de 2016, Nicolás recibió un llamado del músico, productor y luthier de acordeones Jorge Chimiski, quien por cuestiones de oficio, años atrás había visto el acordeón F.lli Pigini en el taller de Víctor López.
“Jorge me preguntó por el acordeón que yo tenía guardado y me propuso llevarlo a Brasil, a probar suerte. Le dije que aún no había podido reunir el dinero para encarar el arreglo. Me contestó que no importaba, y al otro día, a las cinco de la mañana me pasó a buscar y nos fuimos con la caja hasta Santa Rosa (Brasil)”, recuerda Nicolás. Sobre la calle Guaporé, en Santa Rosa – RS, a unos 45 kilómetros de la frontera, se encuentra aún la gran Fábrica de Acordeones y Bandoneones Danielson, fundada en 1954. Es la marca de acordeones que, por ejemplo, usó durante décadas, Chaloy Jara.
Hasta allí llegaron, esa mañana de noviembre, Nicolás Encina y Jorge Chimiski, con el viejo acordeón italiano a cuestas. “Quedé fascinado con esa fábrica. No podía creer estar ante tantos instrumentos. El hombre que nos atendió, estudió el instrumento, y sin pedirnos seña, nos dijo que volvamos a finales de diciembre”, evoca Nico.
En la mañana del 21 de diciembre de 2016, Nicolás y su padre, Nito (otro musicazo del clan Encina), emprendieron viaje desde Posadas hacia Santa Rosa. En la fábrica Danielson, recibieron el F.lli Pigini como nuevo, totalmente reparado y reluciente. El milagro se había consumado. “Me largué a llorar. Fue uno de los momentos más felices y conmovedores de mi vida”, cuenta Nicolás.
Este domingo y toda la vida
Desde entonces, ese acordeón cromático, de 15 kilogramos, 5 hileras y 120 botones de bajo, fabricado en 1960 y que un día atravesó el océano para llegar a estas tierras, al fin estaba apto para ser tocado por quien un día lo descubrió y soñó con revivirlo. “Este instrumento me va a acompañar toda la vida”, afirma Nico, con el F.lli Pigini aún con varias de sus piezas originales reposado en su regazo.
Este domingo 15 de septiembre, a partir de las 20 horas en el bar Kabaláh (San Lorenzo 2028, Posadas), Nico Encina estará brindando un concierto junto a su grupo, integrado por Nazareno Brítez y Martín Espinoza. Es una buena oportunidad para disfrutar de su música, y apreciar los sonidos de ese F.lli Pigini que un día volvió a vivir.