Diversidad de culturas, diversidad de músicas, diversidad de géneros. La primera edición del Festival de Arte Sonoro Indígena dejó una estela de pluralidad que marca el norte hacia donde debemos caminar.
Además de dar voz a un cúmulo de culturas originarias, el Festival de Arte Sonoro Indígena que tuvo lugar el fin de semana pasado en Puerto Iguazú, no sólo cumplió con la Ley 27.539 que regula la participación de artistas mujeres y personas de identidad de género autopercibido, sino que dejó un halo de inicio de reparación histórica hacia nuestras culturas ancestrales, desde siempre invisibilizadas tanto por el Estado como por la sociedad en general.
El Ier Festival de Arte Sonoro Indígena mismo fue organizado por el Instituto Nacional de la Música (INAMU), junto al Ministerio de Cultura de la Provincia de Misiones, y contó con el apoyo de la Municipalidad de Puerto Iguazú y el Ministerio de Cultura de la Nación.
Quiénes somos y de dónde venimos
“La búsqueda de la identidad nunca termina. Es muy importante poder compartir este escenario con la hermana trans Lorena Carpanchay. Y bueno… todavía me estoy encontrando”, dijo Lola Bhajan antes de empezar a hacer sonar la caja y sus coplas en el escenario de un Centro de Convenciones abarrotado de público que se acercó también a disfrutar de la X Feria de Artesanías Misioneras -FAM-, en un fin de semana XL en el que la ciudad de Puerto Iguazú también se mostró desbordada por el turismo tanto nacional como internacional.
Lola Bhajan, del mundo queer a la copla
“El canto ancestral tiene mucho que ver con el mundo queer, porque son dos comunidades o grupos que han sido perseguidos por igual”, contó horas antes de subir a escena la coplera y cantante porteña y trans Lola Bhajan. “Para mí no deja de ser raro eso de ser invitada a este festival. Porque nadie te pregunta si sos indígena. Pero sí: lo que hago tiene que ver con eso”, cuenta Lola.
Para comprender sus dichos hay que prestar atención a su recorrido personal, que se inicia en lo público con el blog “Lola cruda”, convertido en libro, cuando apenas tenía 15 años y el doble de experiencia. “Soy hija única de padres sordos, ellos no se metían mucho con lo que yo hacía”.
“Yo siempre tenía un look diferente, y en las tribus urbanas a las que pertenecía en la adolescencia se referían a mi como ‘ella’. Así empecé a descubrirme, a mirarme, a ser más consciente de mí misma. Hoy me percibo travesti, alma, persona, creo que lo importante es la intención”, enfatiza. “Y con respecto a la identidad, hay una mezcla en mí. Yo andaba escuchando música árabe, africana, porque me gustaba cómo ponían la voz. Tomé clases de canto y aprendí a proyectar la voz, pero cantaba cosas que no me llenaban. Un día descubrí a Leda Valladares y empecé a cuestionar un montón de cosas: ¿cómo no me habían enseñado nada de eso en la escuela? ¿Cómo yo -que leía mucho y tuve una buena educación- no lo había visto?” Así fue como compró una caja por Mercado Libre, buscó dónde aprender ese tipo de canto y dio con Mauricio Cucien. “Me aceptó en sus clases y la primera copla que canté fue “La vida mía”. Ahí me conecté de un modo diferente con la música y con la forma de poner la voz, que no es prolija: es la voz al palo, la expresión pura del alma. No paré más. Mauricio me impulsó mucho a cantar, en dúos, en grupos, hasta que empecé sola“.
Lola ya era conocida en el under por sus escritos y perfomances, hasta que apareció la copla. “Fue… complicado. Empecé con las canciones tradicionales, y ahora las voy modificando en la medida que me surge”. En medio de toda esta transformación, ahora también musical, Lola se dio cuenta de que su abuela paterna era de Tucumán. “Esto de la identidad para mí es todo un viaje; no la tengo resuelta, la voy descubriendo día a día”, reitera Lola.
Hoy, la artista logra vivir en gran parte de su arte (en 2019 grabó un disco con Enano Malhecho) y tiene actuaciones en espacios como el CCK, Teatro Margarita Xirgú y otros. Con respecto a la vivencia del festival en Iguazú, se manifestó “agradecidisima. Necesitaba conectar con algo más genuino. Estar acá es algo súper significativo”.
Lorena Carpanchay, de los valles calchaquíes a los escenarios
El recorrido artístico de Lorena Carpanchay transita casi en sentido inverso al de Lola Bhajan. “Vengo de los Valles Calchaquíes, en Cafayate, Salta. Mi canto es ancestral: viene de varias generaciones, llevo en el alma lo que es cantar con caja”. Explica que en Salta es muy común cantar coplas, en una marcada, en una señalada, en un carnaval.
Sin embargo, el sonido de la tierra no le bastaba al inicio de su adolescencia y a los 13 años partió en tren a la casa de una tía en Buenos Aires, aún sin haber terminado la primaria. Allá la recibió la gran ciudad: trabajó en lo que pudo e hizo “su transición”. Cuenta que muchas veces pasó hambre. En el 86 quiso regresar a su tierra y no fue fácil. “No era tanto como ahora, que uno se puede expresar. Capaz por verte afeminado te llevaban preso. Y a mi familia le costó; incluso hasta hoy mi mamá me llama por el nombre que ella me puso. Pero yo los entiendo, sé que no voy a cambiar su forma de pensar así nomás“.
El despertar de su cantar fue en 2014, “cuando nos convocaron a las trans a un Encuentro de la Mujer en Salta. Fue a través de la Red de Turismo Campesino, que nos reunía para vender nuestros productos. Yo había ido con mi sombrero y con mi poncho, y el último día dije ‘yo sé cantar’. Ahí nomás las compañeras me consiguieron una caja y canté. Y ahí ya cada vez que había un evento en Salta me convocaban. Los grupos LGBT han empezado a abrazarme, a apoyarme como artista. Porque me costó mucho. Me daba miedo exponerme en el escenario como Lorena, la burla siempre estaba. Hasta que me llamaron a ser parte de la ‘Serenata a Cafayate’ en el 2019, un escenario muy importante de mi pueblo, que no suele convocar mujeres. Y de ahí me empezaron a llamar para hacerme notas de radios de Salta, de medios nacionales. Para mí fue muy importante ver a mi hermano corriendo para ocupar la primera fila y verme cantar”.
Así la detectó la artista e Buenos Aires “trans y sudaca” Susy Shock, que la invitó a grabar unos programas de TV. “Ahí la conocí a Lola y nos empezamos a vincular. Se me abrieron puertas muy lindas, tengo varios cortos. Participé en la película ‘Terminal Norte’ (2021) de Lucrecia Martel. Me convocó Mariana Baraj a ‘Nosotras movemos el mundo’. Voy haciendo ruido”, sonríe, siendo ya “una señora mayor”.
De todos modos, el día a día de Lorena es cultivando la tierra y tejiendo. “Me reconozco diaguita calchaquí. Mi familia es de campo, producimos, criamos. Yo vivo sola y estoy todo el día entre el telar, la pala, el rastrillo. Y a veces me sale un tarareo, una copla. Vivo de lo que produzco y de bajar a vender higos, tunas, dulces y algunas artesanías en la feria”. Lorena dice que no siente que necesite practicar, porque lleva su canto adentro. “Canto lo tradicional, pero también de nuestras luchas. Estoy feliz de estar acá. Gracias a dios tengo muchos proyectos para que este arte que vengo haciendo no se pierda”.
La voz de los pueblos en sus mujeres
Otras artistas también expresaron su alegría de estar en el festival. De sangre tehuelche y mapuche, Carina Carriqueo utilizó el canto y algunos relatos para representar a su pueblo. “Esto es un gran paso para la reparación histórica que necesitan todas las primeras naciones de Argentina. Sirve para reivindicar a nuestros hermanos y hermanas, para que se sepa que tenemos muchísimo arte, muchísimo para decir y mostrar… y para crear una sociedad mejor y realmente integradora “.
Con respecto a las situaciones de violencia que atraviesa su pueblo, expresó que “lo que vengo haciendo en estos últimos conciertos es dedicarles cantos de cuna, los cantos de una machi, que para nosotros son muy importantes. Con el canto abrimos conciencia”, aseguró esta artista, reconocida tanto por su trabajo vocal como por sus relatos. Sus inicios fueron en el quinteto vocal “Chacayal”, allá por el 2002, “y fue Jorge Sánchez quien me animó. Empecé con el thail, el canto sagrado que es a capella, después sumé el ülkantun, que se acompaña con un instrumento”. Hace unos pocos años que “se largó sola” a la escena, como difusora de la cultura mapuche. Asimismo, desde 2021 coordina el Ciclo de Músicas Originarias en la Biblioteca Nacional, que se propone “poner en valor la cultura originaria”.
“A nivel nacional este encuentro es único, porque nos permite reunirnos y escuchar tal variedad de música; algunas yo no las había oído antes. Pero además, me sorprendió la cantidad de gente que vino de visita y lo disfrutó. Y todos tuvimos una voz de lucha en el canto, en el arte, que es lo que sabemos hacer, cantar, hacer sonar nuestros instrumentos. Y creo que la gente lo entendió”, dijo la cantante.
En escenario, Mariana Carrizo agradeció a la realización del festival, deseando “que sea el nacimiento de algo más grande”. La coplera de los valles calchaquíes de Salta contó que ella (como tantos otros artistas originarios) cantó “desde que era un proyecto. Cantaba coplas con mi abuela cuando pastoreábamos ovejas en los cerros. Luego esa cima han sido los escenarios… y ustedes la inmensidad que me acompaña”.
“Lo que hago, lo que vengo haciendo hace años es transmitir el canto qom, la memoria colectiva de mi pueblo. Y es algo muy emocionante estar acá, ojalá esto siga. A nosotros nos da la oportunidad de encontrarnos, darnos un abrazo”, dijo Ema Cuañeri. La cantante, artesana y narradora qom recordó que en los años 2001, 2002 y 2003 “se hizo en Formosa un Encuentro de Pueblos Originarios, al que vino gente de todo el mundo: de Canadá, de Alaska y de otros puntos. Pero luego de eso no se hizo más nada. Ojalá esto siga. Que resurja lo nuestro y que se haga oír el canto nuestro. Que nuestra lengua siga viva, la de los qom, pilagá, wichí”, apuntó. Con más de 38 años de trabajo como docente en su comunidad, a 10 kilómetros de la capital formoseña, Ema dice sentirse reconocida. Sin embargo “hay que seguir haciendo, trabajando para el reconocimiento, no a mi persona, sino al pueblo en general”.
Así pasaron decenas de voces, de culturas ancestrales y casi desconocidas para el oído no avezado. Voces, cantos e instrumentos. Historia de un país que se sabe plural y es hora de comenzar a demostrarlo.