El sábado pasado se presentó en la Casa Museo Horacio Quiroga -San Ignacio- la ópera imaginaria del compositor misionero Marcelo Toledo.
La hora dorada, como suelen decir los directores de fotografía y los fotógrafos, es el portal donde el día muta en noche. Ese momento de transición fue el elegido para realizar la primera audición pública de la versión final de “La Selva Interior”, ópera imaginaria de Marcelo Toledo.
Cuando el sol empezó a caer, un nutrido grupo de personas se distribuyó alrededor de un pequeño escenario ubicado entre la Casa de Horacio Quiroga y la réplica que se construyó para la película de Nemesio Juárez: Historias de amor, locura y muerte (1994).
Marcelo Toledo, en la tarima, contó el proceso creativo y las características de la ópera imaginaria. Contó su relación con la obra de Horacio Quiroga, la influencia de su padre -Marcial Toledo-, sus primeras lecturas. En su relato se fueron anudando causalidades y casualidades que terminaron gestando la obra de Toledo. Explicó que es “imaginaria” porque sucede en la mente de Horacio Quiroga durante el proceso interior que comienza con el diagnóstico de cáncer de próstata y su decisión final. Las obsesiones, los deseos, los miedos y esa selva enmarañada de sentimientos y espectros que habitaron esa transición entre la vida y la muerte.
Lo particular de la obra es que la representación está asentada en sonidos que metaforizan las situaciones y visiones. Para Toledo, según afirmó en una entrevista radial ese mismo sábado, la música no es un lenguaje, sino una materia. Esto significa que el universo sonoro en el cual habita la obra del autor está construido por intensidades, texturas, timbres y tonalidades que se transfiguran. Se trata de ampliar la percepción auditiva que escape a la codificación naturalizada de lo que solemos darle el calificativo de musical.
La Selva Interior es una ópera escrita para flauta, clarinete, violín, viola, cello, contrabajo, bandoneón, piano, arpa, percusión, seis voces y sonidos pregrabados.
La voz de Abelardo Castillo, a partir de una selección de frases curadas por Marcelo Toledo extraídas de un prólogo a los cuentos completos de Horacio Quiroga, fue el punto de partida de la escucha. Dice – y había escrito – Castillo: “Quiroga nos enseñó la selva, el deslumbramiento y la abominación de la selva. No quiero decir que la describió -casi no hay descripciones en sus cuentos- quiero decir que nos la reveló”.
Por poco más de una hora, mientras caía la tarde, el público escuchó con atención los sonidos que daban cuenta de las alucinaciones, las certezas y los temores de las últimas horas de Horacio Quiroga. El último sonido quedó flotando en el aire y un aplauso instantáneo inundó el lugar.
La jornada se cerró con un poema de Marcial Toledo: “Canto a Quiroga”, en la voz del santafesino César Constanzo y la interpretación de un gualambao mantra a cargo del virtuoso percusionista y baterista Cacho Bernal.
Ya era noche cuando las personas fueron dejando el lugar.
— Café Azar —