La Casa Museo Horacio Quiroga, en San Ignacio, fue escenario de un sentido homenaje al poeta posadeño fallecido en septiembre del año pasado. Sus cenizas fueron dispuestas al pie de un urunday, en lo que pronto se convertirá en el “Bosque de la Poesía”.
Entre la casa donde viviera Horacio Quiroga y el rincón de monte al cual se atribuye haber sido su “lugar de inspiración”, hay un tramo de grama donde se confunden árboles de distintos tipos. Entre ellos, en un sector ligeramente empinado, hay un urunday, ese árbol cuyo nombre científico es Astronium balansae y al cual se lo considera uno de los más nobles por sus características de adaptación, integridad y resistencia. A los pies de ese ejemplar, ahora descansan las cenizas de Aníbal Silvero, poeta, trabajador de la palabra y referente cultural de la provincia de Misiones que falleció el 17 de septiembre de 2021. Junto a sus restos, se reproduce uno de sus últimos escritos, incluidos en el libro Aforrimas (2020): “Nada se pierde en su totalidad, pues la energía se transforma. Nadie desaparece cabalmente: morir es cambiar de forma”.
El acto en el cual se depositaron las cenizas de Silvero en este lugar emblemático, tuvo lugar el domingo 20 de marzo, a un día de conmemorarse el Día Internacional de la Poesía y a poco de haberse cumplido 19 años de la fundación del grupo literario Misioletras, del cual fue uno de sus fundadores. Hasta el lugar arribaron, para ser parte de un sentido encuentro, justamente integrantes de Misioletras, y de otros espacios como la Sociedad Argentina de Escritores Filial Misiones (SadeM) –que durante más de diez años presidió Silvero- y los locales del Club de Fanáticos de los Cuentos de Horacio Quiroga. La jornada también contó con la presencia del ministro de Cultura de la Provincia, Joselo Schuap, y de familiares y amistades del poeta posadeño.
“Aníbal era un hombre en estado de poesía. Realmente este homenaje desde el grupo Misioletras lo venimos preparando hace mucho tiempo. Es un homenaje a alguien que quisimos muchísimos y al cual extrañamos todos los días” señaló la poetisa Jenny Wasiuk, también fundadora de Misioletras. Por su parte, la titular de la SadeM, Belén Silva, subrayó que “se trata de una actividad muy emotiva y en un lugar muy especial; para honrar a un hombre que hizo tanto por las letras misioneras y por la institución que hoy me toca presidir”.
A su vez, Oscar Mariano Iñones, artista plástico que mantuvo una larga amistad con el poeta Silvero, y que fue uno de los organizadores del homenaje, recordó que conoció a Aníbal durante la adolescencia, y que a partir de ese vínculo, compartió con él algunos de sus proyectos literarios. “Con un grupo de jóvenes, nos juntábamos a conversar sobre cuestiones paranormales, extraterrestres, filosóficas. Desde entonces mantuvimos una amistad muy estrecha. Tuve el placer y el honor de confeccionar su primer libro, de manera artesanal. Se llamó Euforias en el abismo del río. Además, Aníbal recitaba poesía e hizo una obra en la cual lo ayudé que se llama El príncipe poeta. Como mi familia tenía discos de vinilo de música clásica, él elegía música para recitar sobre estas pistas. Se nos fue un excelente escritor y un gran amigo” indicó Iñones.
El ministro Schuap, definió a Silvero como “un hombre que siempre estuvo un paso adelante y al cual hoy lo vamos a tener para siempre no solo en los recuerdos sino en este Museo, que será a futuro el Bosque de la Poesía, el espacio de eternidad de aquellas personas que le dedicaron su vida a las letras misionera. Aníbal vive desde hoy bajo las sombras de estos árboles en la casa de Horacio Quiroga”.
La espléndida mañana, con sus colores intensos derramados en el Teyú Cuaré, fue propicia para un protocolo en el cual tomaron la palabra, entre otras personas, la parlamentaria del MERCOSUR Julia Perié, el poeta Mario Esper Perié, el hermano mayor de Aníbal, Horacio Silvero y la escritora Aída Ofelia Giménez. El momento del depósito de las cenizas a los pies del urunday, fue musicalizado en vivo por el folklorista Roberto Caminos.
Tras un almuerzo comunitario, la jornada se completó con una ronda de lecturas y anécdotas sobre Silvero. De este modo, tuvo su merecido homenaje un creador literario prolífico y apasionado, que además será atesorado en el corazón de quienes en vida supieron tratarlo, por las virtudes humanas que lo acompañaron hasta el final de sus días, aun incluso en medio de una dura batalla contra la enfermedad que lo asedió en sus últimos años de vida.